Estimado Sr. Melquiades:
En el cielo también hay escuelas, esperándolo a usted y a maestras jubiladas como yo que la vida se nos hizo del tamaño de una escuela con todos los buenos corazones que se forman en ella y que habitan en ella.
Que quién soy yo?
Pues la hermana de su exdirectora María Elenita. A través de ella le conocimos en nuestra familia, de la que formó usted parte en todas las vacaciones, sin presencia física, pero con sus reportes de la escuela. Yo hubiese querido un vigilante como usted para mi escuela.
Yo sé lo que su partida significa para María y para todos los que le conocieron, le respetaron y lo quisieron, hasta yo que nunca lo vi le estoy llorando.
Bueno Melquiades, sonría, vaya feliz, muéstrele a San Pedro el listado de quienes con un corazón sellamos su comportamiento en esta vida.
Vaya tranquilo que en las escuelas del cielo lo necesitan, ojalá no le toque escoger porque le será difícil.
Un abrazo espiritual de despedida.
Trabaje en paz.
Braynely Mendoza y familia.
